Las desgracias nunca vienen solas
Es que hay días en que es mejor no levantarse de la cama. El caso es que ayer ya me acosté de malas, nosécuantos días sin ver el sol me deprimen, y si encima te joroban una cena, no hay para menos. Me voy a hacer un TAC del oído y después de tenerme un cuarto de hora estiradita y en silencio, ¿qué pasa? Que me duermo, claro. Bueno, sólo ha sido una pequeña cabezada, no ha dado para más, pero han tenido que repetir el escanner de marras. Y yo con prisa y con más mala hostia. Por supuesto, no he encontrado aparcamiento en casa de mis padres, cosa que entre semana no suele suceder, pero claro, hoy sí, tenía prisa. Y el gafe nivel 8. Mala hostia: 8,5. Luego de entierro (claro, tenía que ser hoy), cosa que no anima demasiado. Depre: 9. Ya en la recta final de vuelta a casa, intentando hacer una rellamada con el manos libres-bluetooth de las narices-aprobado por la Dirección General de Tráfico, le he dado un hostión a un tío por detrás (con el coche, que nadie piense mal). Mala hostia: 9,5. Menos mal que el tío estaba buenísimo y era simpático. He llegado al taller (aunque no os lo creáis, aún estaba abierto) con el coche sacando humo y oliendo a quemado. Me temo que me quedo sin coche una semana. He preferido no salir a bailar esta noche. Seguro que me rompo un tobillo.